Estamos en un punto donde el género roguelite sufre una especie de saturación. Cada vez resulta más complicado encontrar los factores que marcan la diferencia entre cada nueva propuesta que llega para engrosar el catálogo. Esto no quiere decir que no exista un margen para la originalidad o para que los equipos de desarrollo, en el afán de alcanzar el éxito, puedan dar vida a una fórmula ganadora. Dicefolk es un título que tiene muchos puntos en común con el mundo de Pokémon, puesto que podemos capturar monstruos y enviarlos a luchar, pero hay mucho más que eso debajo de la superficie. Bueno, quizá no tanto, pero sí lo suficiente como para mantenernos enganchados por unas cuantas horas.
Dicefolk es un roguelite donde vamos a encontrar lo de siempre: Mapas generados aleatoriamente, progresión persistente y una narrativa fragmentada que se construye a través múltiples partidas cortas. Sin embargo, la forma en que el combate está planteado dota al título de cierta versatilidad. En primer lugar, porque las peleas son por turnos, y en segundo, porque presenta más de cien quimeras (que es como el juego llama a los monstruos) entre las que elegir, con sus propias habilidades pasivas únicas.
Las partidas constan de tres zonas con su propio bioma, enemigos y eventos. Nuestro personaje principal y las quimeras con que comenzaremos siempre son las mismas. Lo que cambia es que podemos equiparnos con talismanes que definirán el tipo de criaturas que podremos atraer. Pero ¿Atraer a dónde? El caso es que los mapas cuentan con tres estatuas de quimeras que, al visitarlas, revelarán a una criatura. Si resulta ser de nuestro agrado, es posible sumarla al equipo aunque los otros dos puntos de invocación desaparecerán. De todas formas, no es la única forma de ‘capturar’ monstruos que existe. También será posible visitar al maestro de pergaminos, que siempre tendrá una quimera aleatoria que ofrecer, aunque por un precio.
El detalle es que, independientemente de cuántas quimeras encontremos a lo largo del camino, solo podremos llevar tres en el grupo. Es decir, no existen lugares de reserva o similar. Además, cuando todos los espacios del equipo estén llenos, la criatura reemplazada desaparecerá para siempre, por lo que no debemos dejarnos llevar por la facha que pueda tener un monstruo, sino por lo funcional que sea en el campo de batalla. Cada quimera tiene diferentes parámetros, como fuerza, defensa o vida, y una función que cumplir. Por ejemplo, algunas están especializadas en causar daño, mientras que otras en debilitar a los enemigos.
Como no podía ser de otro modo, las quimeras se dividen entre las comunes -que también cuentan con una versión mejorada- y las legendarias. Estas últimas suelen contar con características especiales y poderes que requieren el uso de maná para activarse. También cuentan con un atributo extra: La inteligencia, que define la potencia de determinados poderes. A todo esto, las criaturas cuentan con espacios en los que podemos equipar objetos que confieren habilidades pasivas, como regeneración de vida, o las típicas mejoras como incrementos en la fuerza o puntos de vida.
Todos los elementos mencionados, confieren a Dicefolk una suerte de sensación de familiaridad que lo hace accesible, pero también profundo. Especialmente cuando entramos en combate, que es donde el título plantea un pequeño e interesante giro de tuerca. Durante la batalla contamos con tres dados que cambian al inicio del turno y determinan el tipo de acción que realizará una criatura, tanto las de nuestro equipo como las enemigas. Porque sí, el juego nos permite tomar un total control de la batalla, pudiendo determinar la estrategia, teniendo en cuenta que las criaturas rivales harán lo que nosotros indiquemos.
El punto de inflexión lo marca esta variante. Los dados añaden el punto de aleatoriedad justo, haciendo que sea imposible anticipar los movimientos que podrán realizar los enemigos. Con algo de suerte, tocará un dado que nos permita rotar a los enemigos, enviando a los de mayor fuerza al fondo, trayendo a los más débiles adelante. Sin embargo, la fortuna no siempre estará a favor y en más de una ocasión nos veremos obligados a machacar a nuestro propio equipo. La sensación de poder y de saber que la victoria o la derrota reside en nuestras manos, es sencillamente genial.
Dicefolk también brinda la posibilidad de personalizar los dados, pudiendo definir -de algún modo- nuestro estilo de juego. Esto es bueno porque el combate, pese a ser por turnos, es muy dinámico y se siente como si jugamos una compleja partida de ajedrez contra nosotros mismos. La idea de controlar tanto los movimientos de nuestras quimeras como las de los enemigos, puede parecer simple, pero añade un grado de complejidad muy interesante. Uno donde un movimiento en falso puede hacer que la partida finalice de forma prematura.
Las batallas también se pueden alterar con fichas que podemos comprar o encontrar explorando el mapa. Estas permiten llevar a cabo algunas acciones especiales como curar al equipo, envenenar a los enemigos, revivir a una quimera caída o incluso volver a tirar todos los dados no utilizados. En este sentido, Dicefolk traza una línea entre conceptos nuevos y familiares, y los combina de una forma bastante particular. El resultado es que la experiencia no sólo sea accesible, sino también desafiante y ligeramente diferente a lo que podemos ver en el género.
En líneas generales, Dicefolk no es un juego particularmente difícil. Aún así, serán necesarias unas cuantas partidas para encontrar a nuestras quimeras favoritas y dominar las particularidades que presenta el combate. Lo bueno es que la dificultad aumenta gradualmente, lo que nos da el tiempo necesario para entender todo. El juego está pensado para atraparnos de modo tal que se volverá bastante frecuente eso de terminar una partida e inmediatamente comenzar otra.
Para terminar, sólo resta mencionar que los gráficos son coloridos y llamativos. Las ilustraciones de las criaturas están muy bien realizadas y con un estilo bastante particular. En cuanto a la música, acompaña aunque la mejor pieza es la melodía de piano que suena en el menú. Quizá el punto más flaco de Dicefolk sea la historia, puesto que nuestro protagonista queda relegado a un papel secundario. Es difícil pensar en él cuando la mayor parte del tiempo estamos pendientes de las quimeras y de cómo mantenerlas con vida. Cierto es que propuestas como Hades o Inscryption nos acostumbraron a que la narrativa puede tener una mayor presencia en el género, pero este no es el caso.
Si bien no logra apartarse completamente de los tropos del género, Dicefolk ofrece una versión refrescante de la fórmula roguelite. El sistema de combate, la aleatoriedad implícita en el mismo y la variedad de quimeras a elegir hacen del título uno variado y complejo, pero que al mismo tiempo es accesible y desafiante. Sumado a esto, la posibilidad de personalizar los diferentes dados nos permite definir un estilo de juego único en cada partida, invitándonos a experimentar con sus muchas posibilidades. No reinventa la rueda, pero definitivamente es un videojuego que nos mantendrá entretenidos durante horas.
Sobre Franco Borgogna
Periodista apasionado por los videojuegos que sueña en mundos pixel-art sin caídas de frames. Streamer a tiempo parcial, fundador de la comunidad “La Orden del Pixel”, amante de la series, las películas y los comics.
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