A veces, aún con las mejores intenciones, los proyectos de pasión no logran alcanzan las metas que nos proponemos. Invader Studios, un equipo italiano de desarrollo independiente, tuvo la oportunidad de transformar una remake no autorizada de Resident Evil 2 en un título original que llamaron Daymare: 1998, que vio la luz en 2020. Al año siguiente anunciaron Daymare: 1994 Sandcastle, una nueva entrega de su saga, solo que esta vez en forma de precuela. Sus responsables se propusieron mejorar los puntos flojos del primer capítulo y profundizar en este universo terrorífico. El resultado es el de un videojuego lleno de guiños a los clásicos del género, pero también de varios problemas originales.
Daymare: 1994 Sandcastle nos pone en las botas de Dalila Reyes, una ex espía gubernamental devenida en agente de H.A.D.E.S. que acepta una misión misteriosa que la llevará a infiltrarse en el Área 51. Así, acompañada únicamente por su jefe y fiel compañero de aventuras, se dirigirá a una base subterránea en medio del desierto de Nevada, cuyo nombre clave es “CASTILLO”. Nuestra protagonista es especialista en infiltración y, además de su entrenamiento en armas, tiene habilidades de informática.
La propuesta del juego de Invader Studios se construye sobre tres aspectos fundamentales. En primer lugar, la acción que es sencilla y muy en la línea de lo clásico. Contamos con dos armas (una escopeta y un subfusil automático), además de un guantelete congelador que será el verdadero protagonista de las batallas. El otro pilar es la narrativa, simple pero efectiva, contada a través de cinemáticas y profundizada con documentos o grabaciones que podemos encontrar revisando detenidamente los entornos. Finalmente, la supervivencia -quizá el punto más duro de la propuesta- puesto que se traduce en una severa escasez de recursos, desde la munición hasta los medikits para curarnos. Cada uno de estos pilares se sienten simples, en parte porque intentan evocar la sensación de estar jugando un survival horror de finales de los noventas, pero con un apartado técnico moderno.
Daymare: 1994 Sandcastle descansa sobre la escasez y el castigo para plantear una experiencia difícil. Dalila es lenta, sus movimientos son parsimoniosos y toscos, emulando de algún modo a los survival horror de antaño. Sin embargo, los enemigos son muy rápidos haciendo que siempre estemos en desventaja. Algunos pueden disparar a largas distancias, mientras que otros pueden teletransportarse detrás nuestro y matarnos de un golpe. Incluso los enemigos más básicos, que vienen de a dos o tres a la vez, corren directamente hacia nosotros para realizar un ataque de agarre que reduce rápidamente la barra de vida, obligándoos a machacar un botón para soltarnos.
Esto no sería tan grave si pudiéramos matarlos, pero no: todos los enemigos son inmortales. Para «matar» a un enemigo primero debemos congelarlo con el guantelete, hasta el punto de dejarlo literalmente transformado en una escultura de hielo. Recién ahí podemos “romperlo” con un golpe de puño (que consume munición de congelamiento) o con nuestras armas de fuego. Pero una vez «muerto», es probable que del cadáver surja un pulso electromagnético (como si fuera el alma del enemigo) que puede reanimar un cadáver cercano. En ese momento tendremos que afinar la puntería para acabar con esa chispa de vida haciendo uso de un proyectil congelador. Y es recién ahí que, finalmente, habremos matado a un enemigo.
Ahora imaginemos que nos rodean entre 5 enemigos. Dos disparan desde lejos, otro corre para agarrarnos, mientras que un tercero se teletransporta constantemente para matarnos de un golpe. Mejor aún, sumemos a la fórmula el elemento de escasez junto con el movimiento lento y tosco de un survival antiguo. El resultado es algo parecido a intentar jugar Resident Evil 5, pero con las armas y el movimiento de Resident Evil 1: una fiesta de frustración y muerte.
Lo curioso de todo esto es que, aún con todo lo que sufrí a la hora del combate, Daymare: 1994 Sandcastle logró cautivarme y entretenerme. A pesar de los mencionados contratiempos, es más que posible acostumbrarse y hasta encontrarle la vuelta a la acción. Aún cuando esto implica reiniciar la partida cada vez que gastamos demasiada munición o curativos, rejugando secciones completas de ser necesario, o esperar unos minutos a que el cargador del guantelete de hielo se recargue. Esto no es óptimo si pensamos en la diversión, pero termina siendo necesario y a la vez nos retrotrae a los clásicos. Eso sí, de la peor manera. Afortunadamente hay un nivel de dificultad más fácil: el «modo cinemático», que si bien es castigador, también es un poco más generoso con los recursos.
Pero cuando Daymare: 1994 Sandcastle brilla es al sumergimos en su historia, repleta de vueltas de tuerca y alusiones a las grandes sagas de antaño. Hay cameos, posters ingeniosos y hasta un par de documentos que denotan la pasión que sus desarrolladores sienten por el género. Inclusive, tras ver los créditos, y a pesar de la frustrante batalla final, dan ganas de ir corriendo a jugar el título anterior. La construcción del mundo es atrapante, el concepto de la droga que le da nombre al juego también. Y la idea detrás de los enemigos es simplemente brillante.
La poca variedad de armas hace que nos concentremos en el guantelete congelador y que aprovechemos cada estación de mejora. Varias están bloqueadas detrás de puzles sencillos o cerraduras hackeables. Concretamente esto último presenta un minigame de lo más original y divertido. Para dispersarnos, habrá un par de actividades opcionales en cada nivel, como estatuillas de aliens escondidas y objetos que Dalila podrá escanear con un aparato inventado por ella, que sirve para descubrir artefactos ocultos. El problema es que, no sólo nos avisan cuándo hay que activarlo, sino que siempre se trata de pantallas o computadoras. Entonces, solo hace falta buscar alguna PC en la habitación en la que estemos hasta que suena el aviso correspondiente. No me equivoco al decir que 9 de cada 10 veces será el artefacto correcto.
Daymare: 1994 Sandcastle es un divertido guiño a las sagas fundacionales del género y, como franquicia, tiene mucho para dar. No sólo porque logra una narrativa convincente y entretenida, sino porque tiene un apartado técnico asombroso para venir de un pequeño estudio independiente. La idea del guantelete congelador es genial y está muy bien aplicada, a diferencia del escáner que, si bien es buena, se siente bastante desaprovechada. En algún lugar, entre la escasez de recursos, la agresividad y el constante espameo de ataques enemigos, y la poca movilidad de Dalila para esquivarlos, yace un punto en el que el juego de Invader Studios podría sobresalir por sus propios medios. Lamentablemente, por ahora se queda en una aventura divertida. Una que por momentos es frustrante y con un potencial poco aprovechado que solo puedo recomendar a los amantes del survival horror.
Sobre Sebastián Cigarreta
Periodista especializado en gaming, amante de los juegos incomprendidos y eterno enamorado de los clásicos noventosos. Tengo debilidad por todos los MegaMan, siempre Vega main y soy eterno caballero de Boletaria.
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