THE WAYLANDERS – Análisis

THE WAYLANDERS – Análisis

Mitología Celta difícil de digerir

The Waylanders es un RPG de corte tradicional inspirado en clásicos del género, al que le faltó un golpe de horno para alcanzar todo su potencial


Desde tiempos inmemoriales, los RPG o “juegos de rol” nos han invitado a descubrir increíbles mundos y universos. Si bien la mayoría están enfocados en escenarios de fantasía claramente inspirados en D&D, hay otros que nos llevan a futuros cyberpunks o post-apocalípticos, en ocasiones bastante más aproximados a la vida real. Sin embargo, hay algunos tópicos que generalmente son dejados de lado en pos de abogar a la fantasía más tradicional: Me refiero a Los mitos. Esto resulta sorprendente, dado que la mitología en su totalidad es extremadamente rica y resulta adecuada para dar vida a juegos, tal como es el caso de The Waylanders.

En este aspecto, Gato Studio se ha sumergido de lleno en la maravillosa mitología celta, para dar vida a un RPG que toma como ejemplo a joyas del género como lo es Dragon Age: Origins. The Waylanders definitivamente logra destacar de otros títulos en este sentido, debido a que su lore abarca un amplio panteón de dioses, llegando incluso a leyendas como la del Rey Arturo. No obstante, el hecho de que parte de la historia y mecánicas del juego se desarrollen en torno a lo mencionado, podría haber elevado mucho más las sensaciones iniciales, si no fuera por una ejecución algo pobre y carente de pulido en varios aspectos. En este sentido, quizá lo más curioso es que tratándose de un juego hecho por un estudio español, no cuente con una traducción completa de sus textos.

En virtud de lo comentado, puedo decir que mi experiencia con The Waylanders no fue mala, aunque definitivamente no fue la mejor. Siendo más específico, diría que fue un plato agridulce algo difícil de digerir y paso a explicar el porqué de esta afirmación. Es un juego que tiene el potencial para convertirse en un RPG extraordinario. Sin embargo, el ritmo de la historia, la forma en que algunos diálogos están escritos, el combate y su interfaz tosca, dotan al juego de cierto sentimiento de frustración.

The Waylanders Dioses

El título nos pone en los pies de un guerrero celta, al cual podemos personalizar, pudiendo escoger entre seis clases básicas, que pueden evolucionar a otras avanzadas. Si bien las opciones de personalización que ofrece The Waylanders son muchas, el juego no hace un buen trabajo al explicar cómo cada clase se beneficia de ciertos atributos o que piezas de equipo pueden potenciar su performance. No es que sea algo extremadamente necesario, ya que el juego no resulta ser particularmente desafiante, pero por ejemplo, esa falta de información deja entrever que faltó algo de atención al detalle.

Sea cual sea la clase que elijamos, la historia comienza a bordo de un barco llamado Vengeance, donde acompañamos al rey Ith de Irlanda en un viaje para encontrarse con los Tuatha de Danaan (Sus dioses). Sin embargo, este viaje cargado de alegría, emoción y mucha expectación, rápidamente se vuelve un completo desastre, ya que los dioses no son tan benévolos como se especulaba. Esto da como resultado una batalla contra estas deidades, en la que nuestro héroe deberá luchar codo a codo, aunando esfuerzos con otros guerreros y consejeros del rey, quienes posteriormente se convertirán en nuestros compañeros de aventura. El caso es que la batalla es más dura de lo esperado y el protagonista queda al borde de la muerte. Pero además de ello, también queda libre de las ataduras del tiempo, lo cual hace que se convierta en el legendario “Mil Espine”.

La transformación del personaje principal en un Mil Espine, hace que este pierda la capacidad de reencarnarse. No obstante, obtiene la habilidad para viajar en el tiempo, lo cual nos permite llegar a la era medieval. En esta época, muy alejada a la que da inicio esta epopeya y donde el cristianismo se ha generalizado, todo el folklore celta se ha convertido en cuentos de niños y habladurías de locos. Al margen de estos cambios, lo que hace realmente interesante este asunto de visitar el futuro, es que el Mil Espine conocerá a la reencarnación de sus compañeros de la era celta. Bueno, en realidad hay un par de excepciones, puesto que dos de los personajes son inmortales y han permanecido vivos los miles de años que separan las dos épocas.

Si bien los compañeros reencarnados son, en esencia, las mismas almas que conocimos en la era celta, se sienten bastante diferentes. Esto ocasionará que nuestro protagonista deba conocerlos nuevamente, como si fueran personas nuevas. Sin embargo, interactuar con los citados personajes inmortales resulta ser mucho más interesante, debido a que mediante sus diálogos se llega a sentir el peso de los siglos que han vivido y como ha cambiado todo desde aquel día en que se produjo el fatídico encuentro con los Tuatha de Danaan. Esta mecánica funciona bastante bien y hace que la historia de The Waylanders sea interesante, ya que en el medio tendremos que tomar una serie de elecciones que tendrán una gran influencia en las dos eras y -por supuesto- en el final de la historia.

Entiendo que lo mencionado en párrafos anteriores puede sonar bien, sin embargo, The Waylanders sufre de una escritura muy desigual, lo que afecta negativamente cualquier historia que se nos quiera contar. El tono humorístico que se maneja en algunas conversaciones se siente un poco fuera de lugar, en especial durante algunos de los eventos más dramáticos de la historia. Todo esto socava el impacto emocional que se pretende transmitir, además el uso de palabras modernas tiene un impacto negativo en la inmersión. 

The Waylanders Creación de Personaje

Por otra parte, la historia también tiene algunos problemas de ritmo, debido a lo inconexa que se siente. El hecho de que las misiones no se desbloqueen de forma natural, sino que deben aceptarse desde un lugar específico a bordo del Vengeance, no contribuye a mejorar la narrativa. Además, muchas de estas misiones tienen finales abruptos que nos envían de regreso al barco una vez completadas y se siente como si faltara un diálogo o una escena final, a modo de conclusión. La misma sensación se transmite con algunos de los compañeros que nos siguen durante el juego, quienes se unen a nuestro grupo casi sin mediar palabras y sin razones de peso, más allá de la conveniencia del guion.

Esta fluctuación en la narrativa de hizo que poco a poco comenzara a sentir desinterés en el juego, en las misiones y en su mundo. Pero cuando todo se volvió cuesta arriba, fue cuando sentí que el juego comenzó a dejar de ser divertido en términos de jugabilidad. La fórmula de juego de The Waylanders no es tan diferente de la de títulos como Baldur’s Gate o el citado Dragon Age. De hecho, ambos juegos fueron citados como influencias por parte de Gato Studio. Esto no es algo especialmente “malo”, pero definitivamente pudo estar mejor.

El combate está cimentado sobre el clásico sistema de pausas tácticas, es decir que todo transcurre en tiempo real, hasta que manualmente se detiene la acción para analizar el campo de batalla y determinar la acción a seguir. Cada clase cuenta con sus habilidades específicas, por lo que conocer la función que desempeña cada una de ellas resulta ser muy importante para tener éxito en cada enfrentamiento.

The Waylanders Espíritu Canino

Una adición muy interesante a este tradicional sistema son las Formaciones. Al llegar al nivel 3, además de mejorar los atributos de un personaje, también se puede desbloquear una formación. Estas abarcan desde formaciones militares tradicionales, como por ejemplo una falange o una cuña de lanzas, a otras más particulares como por ejemplo unir a los personajes para crear un Golem o potenciar los hechizos de un mago creando una especie de cónclave. Todas las Formaciones tienen capacidades únicas que pueden cambiar fácilmente el rumbo de la batalla, y resulta ser una forma creativa de darle vida a un sistema de combate que no es particularmente innovador.

Respecto a la exploración, descubrir el mundo de The Waylanders es un asunto sencillo, puesto que desde un mapa del mundo podemos acceder a diferentes zonas con tan solo un par de clics. Los niveles no son una locura, pero su diseño es funcional e incluso hay algunos puzzles a resolver, lo cual ofrece algo de variedad. El gran inconveniente se presenta con los controles y la cámara, que hacen que la experiencia sea más frustrante de lo que debería. La cámara puede volverse bastante molesta, en especial por cómo maneja el zoom y el movimiento de esta. Respecto al control, si se juega con mouse y teclado, todo marcha bien. No obstante, si se opta por jugar con un mando, el soporte resulta muy poco intuitivo y funcional.

La gran cantidad de asperezas que impregnan a The Waylanders también se pueden encontrar en su apartado visual, aunque debo reconocer que no tienen un impacto tan notorio como en otros aspectos de la producción. El mundo del juego no es enorme, pero la escala de los escenarios hace que cada lugar se vea y se sienta realmente épico. Una de mis zonas favoritas es el Mundo Moure, una zona donde la opulencia y el lujo se ven reflejadas en la arquitectura de todo el nivel. Eso sí, el rendimiento del juego deja bastante que desear, puesto que las caídas de frames son frecuentes y molestas.

The Waylanders Party

Sinceramente me esforcé mucho para conectar con The Waylanders, pero como dije al comienzo, la experiencia resultó ser agridulce. En mis más de 30 horas de juego, me costó mucho poder ver el árbol de sus virtudes, puesto que mi vista siempre se vio obstruida por un frondoso bosque de problemas. Si bien la por momentos la historia y sus viajes en el tiempo son un gancho que resulta interesante, la ejecución de algunas mecánicas y la irregularidad en su narrativa, hicieron que fuera perdiendo interés en el título de forma gradual. A mi entender, el desarrollo de Gato Studio necesitaba un poco más de tiempo en el horno para poder alcanzar todo su potencial.


FICHA TÉCNICA:

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Sobre Franco Borgogna

Periodista apasionado por los videojuegos que sueña en mundos pixel-art sin caídas de frames. Streamer a tiempo parcial, fundador de la comunidad “La Orden del Pixel”, amante de la series, las películas y los comics.


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