SHADOWS OF THE DAMNED: HELLA REMASTERED – Análisis
No se ha de arreglar lo que no está roto
por Franco Borgogna
por Franco Borgogna
En días como los de hoy, dónde las remasterizaciones y remakes experimentan una suerte de bonanza, leer que tal o cual juego debería haberse quedado en el olvido suena raro. Al fin y al cabo, no todos tuvimos la posibilidad de tener en nuestros hogares una PlayStation 3 o una Xbox 360, por lo que recibir joyas del pasado, es motivo de alegría. En lo personal, cuando me enteré que uno de los clásicos de culto desarrollado por Grasshopper Manufacture recibiría una segunda oportunidad con Shadows of the Damned: Hella Remastered, lo único que esperaba era la experiencia original se mantuviera intacta. Y así fue, puesto que al margen de algunos retoques en el apartado gráfico y de un pequeño puñado de extras, estamos frente a un videojuego que se mantiene tan fresco como antaño.
Shadows of the Damned: Hella Remastered nos permite disfrutar, tal como si fuera 2011, del trabajo de Suda 51 y Shinji Mikami. Es un juego simple en su concepto, extremadamente divertido, con una historia cargada de humor negro y personajes sumamente carismáticos. Una aventura de corte pulp, cargada de acción, violencia, rock, y referencias sexuales, en la que no debemos pensar demasiado. Por el contrario, todo pasa por tomar un arma, apuntar a la cabeza de un demonio y hacerla volar en pedazos. Algo tan complejo y preciso como un juego de ajedrez bien jugado.
El título nos pone en los zapatos de García Hotspur y nos invita a vivir una historia de amor que baila entre la parodia y el drama. Nuestro protagonista es como una suerte de estrella de rock de ascendencia mexicana, que dedica sus horas a cazar demonios. Pese a su aspecto facineroso y a su retórica plagada de insultos, se trata de un hombre con sentimientos que emprende una cruzada de venganza luego de que Fleming, el Señor del Infierno, secuestra a su enamorada, Paula, delante de sus narices. Y así es que comienza nuestra andanza por el inframundo.
Acompañando a nuestro malhablado cazador de demonios está el igualmente malhablado Johnson. Se trata de una especie de demonio que puede transformarse en una motocicleta, una antorcha, y múltiples armas con nombres tan ridículos, como Big Boner, Skull Blaster o Teethgrinder, pero con capacidades sumamente destructivas. Entonces, con este peculiar compañero que oficia como guía del inframundo, García comienza a abrirse camino hacia el castillo de Fleming. Eso sí, luchando contra hordas de grotescas criaturas y asesinos psicópatas. También abriendo puertas usando todo tipo de extrañas ‘llaves’, incluidos cerebros, ojos, y fresas; fruta muy apreciada por los demonios.
El papel de Jhonson es crucial en la aventura, por dos motivos muy particulares. En primer lugar, por los agudos comentarios que suelta cada vez que tiene oportunidad. Su carácter irreverente no sólo lo convierte en una suerte de alivio cómico en una aventura que no se toma a sí misma demasiado en serio, sino también en un personaje entrañable. En segundo lugar, porque la mayoría de mecánicas, tanto de combate como de exploración, giran en torno a su persona. Por ejemplo, cuando lo usamos como antorcha, podemos iluminar el entorno, y golpear a los demonios cubiertos de oscuridad para volverlos vulnerables. Ahora, si las cosas se complican demasiado, podemos contar con él como arma de fuego.
Jhonson puede transformarse en tres armas cuya efectividad varía dependiendo de la situación y el tipo de enemigo que tengamos enfrente. La pistola es ideal para disparos precisos a la cabeza, aunque eventualmente también nos permitirá lanzar unas cargas explosivas que además de causar daño, también pueden usarse para romper paredes. Por su parte, la escopeta funciona muy bien contra los enemigos más rápidos y escurridizos, como así también para controlar multitudes. Finalmente, el rifle automático se antoja como un excelente método para causar dolor y sufrimiento. Al fin y al cabo, su munición consiste en dientes, algo que los demonios detestan a más no poder. Eventualmente podemos adquirir mejoras a través de gemas que los jefes dejan caer, o también explorando los entornos.
Respecto al modo antorcha de Jhonson, es una mecánica crucial para progresar. El Infierno que presenta Shadows of the Damned: Hella Remastered es grotesco y violento, pero también una dimensión donde la luz y la sombra juegan un papel activo. A veces, la oscuridad nos invadirá de forma repentina, o algún sucio demonio buscará la forma de apagar la única fuente de iluminación cercana. Y si no estamos atentos a ello, podemos llegar a pasarlo muy mal. Dicho de otro modo, debemos procurar mantener las luces encendidas para que nuestros enemigos queden débiles y vulnerables.
La oscuridad también es un elemento fundamental para resolver acertijos y desbloquear puertas o caminos. Además, es una mecánica que Grasshopper también aprovecha durante algunos enfrentamientos contra los jefes. A veces, para saber dónde debemos golpear, y en otras para exponer sus puntos débiles expuestos por breves instantes. Dichas ideas de diseño contribuyen a amalgamar el mundo de juego, y a darle una coherencia, por loco o extraño que esto suene. Cabe destacar que los enfrentamientos contra los jefes resultan entretenidos más no desafiantes. Rara es la vez en que nos vamos a encontrar en problemas o que debamos repetir una misma secuencia una y otra vez.
Si bien la jugabilidad en general deja entrever que estamos frente a un juego que carga varios años encima, nunca deja de sentirse muy divertido. Gracias a la mecánica de luz y sombra, sumado a algunos minijuegos, y secuencias que rompen con el género, la experiencia nunca llega a sentirse obsoleta durante toda su duración. Por el contrario, logra mantener una frescura capaz de arrancarnos una sonrisa, gracias a sus líneas de diálogo, o a guiños a películas de terror clásicas. Incluso podríamos pensar que la falta de misiones secundarias o coleccionables, atentan contra la rejugabilidad. No obstante, es la ausencia de ello lo que hace que la experiencia mantenga su ritmo sin flaquear.
A todo esto, Shadows of the Damned: Hella Remastered incluye un modo New Game Plus. Básicamente, una excelente forma de experimentar el viaje de García sin tener que preocuparnos por las mejoras. También se incluyen nuevos trajes que, si bien no cambian el juego en ningún sentido, son más que bien recibidos. Por lo demás, el juego se mantiene intacto. La única diferencia, claro, es que técnicamente está embellecido por resoluciones que alcanzan los 4K, a 60 cuadros por segundo. Si me lo preguntan, considero que es algo positivo, dado que los que no tuvimos el placer de disfrutar del juego en su día, ahora podemos hacerlo de una forma bastante pura.
Un juego con una impronta de autor marcada hasta la médula merece permanecer como fuera concebida por dos genios como lo son Suda51 y Mikami. Porque es justamente todo lo bueno y lo malo, sus aciertos y defectos, lo convierten a Shadows of the Damned en un videojuego de culto atemporal y en una experiencia difícil de olvidar. Hella Remastered es una forma de arrancar a García Hotspur y a Jhonson de un infierno del que no todos logran escapar. Una propuesta que vale la pena experimentar, tanto para quienes lo hicieron en su día como para los que recién la conocen, dado que cumple gracias a una poderosa dirección artística, un estilo único, y un dúo protagónico que no conoce nada acerca del paso del tiempo. Gracias Grasshopper por no arreglar aquello que no estaba roto.
Sobre Franco Borgogna
Periodista apasionado por los videojuegos que sueña en mundos pixel-art sin caídas de frames. Streamer a tiempo parcial, fundador de la comunidad “La Orden del Pixel”, amante de la series, las películas y los comics.
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