SHADOW WARRIOR 3 – Análisis

SHADOW WARRIOR 3 – Análisis

Deja de decir mamadas, Lo Wang

Shadow Warrior 3 marca el regreso del irreverente Lo Wang, aunque con un resultado dispar, que se siente como un paso atrás en la saga


Para hablar de Shadow Warrior 3 y entender su contexto, debo remontarme a los años ‘90. Aquella época, además de estar caracterizada por escuchar musica en cassettes y quemar horas en los salones arcades, también fue una época de esplendor para los juegos en primera persona. Recuerdo que por aquellos días, en que para gestionar los archivos de mi PC usaba el mítico Norton Commander, tenía una carpeta llamada “Juegos Tipo Doom”.

Con la capacidad de almacenamiento tan limitada que había por aquel entonces, en dicho directorio solo había tres juegos: Duke Nukem, Doom 2 y Quake. Si bien considero que estos eran los mejores exponentes de un género en auge, también comenzaron a ver la luz nuevas propuestas que intentaban ofrecer algo “nuevo”. Tal era el caso de Shadow Warrior, un juego violento, con su propio sentido del humor, que se sentía como un intento de 3D Realm de innovar sobre la fórmula que ellos mismo habían establecido un año antes con Duke Nukem 3D.

Resulta curioso, pero lo que identifica a Shadow Warrior -además de sus características propias- es justamente lo mencionado anteriormente: Un intento de renovación. Pero de renovación sobre sí mismo. Me explico: Muchos años después del lanzamiento del episodio original, Flying Wild Hog decidió revivir la serie con un reboot en 2013. En aquel entonces, se sintió bien que se diera esta especie de “rescate” de un juego de finales de los ‘90, que mantenía el humor y la violencia como emblema, pero que a la vez buscaba modernizarse aprovechando las bondades de la tecnología.

El éxito cosechado con esta primera parte, fue un gran incentivo para sus responsables que, ni lentos ni perezosos, se pusieron manos a la obra con Shadow Warrior 2. En esta segunda parte, el juego buscó adaptarse a las tendencias de ese momento, abogando por completo al juego cooperativo en línea y al loot de colores. Claro está, el juego también mantenía la intensidad, la violencia y -por sobre todo- su sentido del humor, que comenzaba a mostrar altibajos. He de decir que disfruté mucho en su día con esta secuela. De hecho, me lo pasé bastante bien, al punto de dedicarle poco más de 30 horas de mi vida.

Shadow Warrior 3 Escopeta

Todo lo comentado es para marcar un contexto y explicar cuales son mis sensaciones con Shadow Warrior 3, un juego que -nuevamente- cambia de rumbo y vuelve a la senda del single player. Esta tercera entrega de la saga protagonizada por Lo Wang es un FPS extremadamente lineal, que toma prestadas mecánicas de shooters modernos como por ejemplo DOOM Eternal. De hecho, pareciera ser que no hay intención alguna de ocultar sus inspiraciones, lo cual es genial. Sin embargo, ciertas mecánicas que pese a ser iguales en esencia, se sienten diferentes y no precisamente para bien. Y definitivamente hay una cuestión con el sentido del humor y la imperiosa necesidad del protagonista de intentar ser gracioso, que en lugar de hacerme reir, me provocó cierta incomodidad. Sentimientos encontrados. Esa es la mejor definición que puedo dar para esta entrega.

La historia sigue al famoso Lo Wang, que esta vez se ve un poco (por no decir bastante) diferente al de las primeras dos entregas. Los sucesos se ubican después de lo acontecido en la segunda parte. Pero no les voy a mentir: En marzo de 2017 fue la última vez que jugué Shadow Warrior 2. Al final, para ponerme al tanto tuve que leer un en la wiki y mirar algún que otro video para recordar que es lo que había pasado, porque salvo el protagonista, no recordaba prácticamente nada más.

En fin, que el juego comienza con nuestro héroe deprimido porque el dragón que liberara por descuido al final del juego anterior es demasiado fuerte y destruye todo a su paso. Es entonces que Zilla, que otrora fuera el antagonista del cuento, vuelve pero para ayudar a este “renovado” Lo Wang en su empresa. El caso es que nada sale según lo planeado, dando comienzo a una historia bastante alocada, que -sinceramente- me pasó muy inadvertida.

Shadow Warrior 3 Bioarmas

Se supone que Shadow Warrior 3 es un juego ingenioso, o al menos en mi cabeza así lo recordaba. Sin embargo, al poco de comenzar la aventura, comencé a sentir una extraña sensación. ¿Incomodidad? Un poco, pero había algo más. ¿Vergüenza? No, definitivamente no era eso. ¿Cringe? Efectivamente, es lo que más se aproxima a lo que sentí. El caso es que desde el minuto uno, Lo Wang se esfuerza por hacer chistes con toques modernos y apela de forma constante a la cultura pop, haciendo referencias o parafraseando canciones populares.

La verdad es que el protagonista no pudo arrancarme una carcajada o tan siquiera una mueca parecida a una sonrisa. Y lo peor es que nadie le dice nada en plan “Che, Lo Wang, dejate de decir mamadas”. Al contrario, los personajes secundarios -que son todo lo contrario al protagonista- toleran sus tonterías. No se si porque intuyen que el personaje atraviesa la crisis de los 40 o porque saben que él es su última esperanza para salvar el mundo. Sea como sea, en más de una ocasión quise que existiera una opción para callarlo.

En fin, dejando de lado a Lo Wang y su sentido del humor fuera de onda, la jugabilidad es otro cantar. En esta tercera parte se deja de lado el loot y los diferentes tipos de armas, para dar paso a un arsenal bastante más acotado. El sentido de ello está claro y es obligar al jugador a cambiar constantemente de arma, dependiendo del enemigo al que estemos enfrentando. Las intenciones de Flying War Hog de emular la jugabilidad de DOOM Eternal son claras y la verdad lo hacen bastante bien. Eso sí, me dolió tener que decir adiós a todos los cameos y secretos que vi en los niveles de Shadow Warrior 2, porque ahora los escenarios son mucho más lineales y dejan muy poco margen a la exploración.

Shadow Warrior 3 Ejecución

Siendo más específico, la estructura de los niveles es -básicamente- la de un pasillo con plataformas que desemboca en una arena de combate donde tenemos que reventar a todo lo que se mueve. Saltar por aquí y por allá es entretenido, porque Lo Wang puede caminar por las paredes, hacer uso de un gancho, deslizarse, realizar saltos dobles o hacer uso de un dash en el aire. Lo mejor es que toda esta movilidad se traslada al combate, donde moverse de forma constante es fundamental para mantenerse con vida. Además, en las arenas también se pueden hacer uso de prácticamente todos estos recursos de movimiento para activar trampas con las que pulverizar a múltiples enemigos de un saque.

El juego también toma prestado el sistema Glory Kill de DOOM Eternal, solo que aquí es algo más complicado de usar. Me explico: En Doom, al ocasionar suficiente daño a los oponentes, estos quedan como mareados y servidos en bandeja para matarlos de manera brutal. Sin embargo, en Shadow Warrior 3, se debe reunir un recurso especial generado durante el combate para llenar una barra que permite hacer uso de la habilidad de muerte instantánea. El sistema en sí no es que me desagrade, pero lo que sí resulta cansino es que las animaciones de muerte se repiten una y otra vez, son un poco lentas y, en ocasiones, demasiado extensas. Eso sí, hay una diferencia sustancial y es que al liquidar a un enemigo con este movimiento especial se obtiene una parte de su cuerpo la que puede ser usada como arma.

La mencionada mecánica aporta algo de variedad al arsenal que ahora, habiendo dejado de lado el loot, se limita a siete armas. Revolver, escopeta, lanzagranadas, cañón de riel y una ballesta que arroja shurikens. ¿La séptima? Se trata de la famosa katana de Lo Wang, que corta y tiene habilidades especiales. Es una pena que el feedback de este arma cuerpo a cuerpo no sea tan bueno. La verdad lo sentí raro, porque cuando cortaba a un enemigo parecía que este explotaba en un manchón de sangre, como si fuera una piñata, generando más confusión que satisfacción.

Además hay algunas habilidades especiales que el protagonista puede usar, como un empujón de fuerza (Al más puro estilo Jedi), aunque resulta útil en muy contadas ocasiones, como por ejemplo, para tirar a un enemigo contra una trampa o un precipicio. Mencionar también que tanto armas como habilidades pueden mejorarse, aunque desafortunadamente, estas mejoras son extremadamente básicas y poco interesantes.

Shadow Warrior 3 Corte Katana

Algo similar sucede con los enemigos -me refiero a lo poco interesante- puesto que la variedad es escasa. Si mal no recuerdo, son tan solo 10 tipos criaturas que se van presentando de forma paulatina a medida que se avanza en la aventura. El tema es que se repiten una y otra vez a lo largo de las 8 horas que toma terminar el juego. No voy a negar que algunos diseños son interesantes pero, a excepción de un par de ellos, como los kamikazes (que me remiten a los vistos en Serious Sam) y unos demonios voladores que parecen extraídos directamente de DOOM, ninguno que vaya a recordar durante los próximos años. Siendo honesto, el repertorio se extiende a dos enemigos más en lo que son las únicas batallas contra jefes en todo el juego, ambas poco memorables, cabe acotar.

Para ir concluyendo, solo mencionar el hecho de algunas desprolijidades como las cutscenes. A ver, entiendo que los niveles de producción y el presupuesto disponible puede ser mucho menor al de, por ejemplo, el mil veces citado DOOM. No me gustan las comparaciones, pero a veces se hacen inevitables y más cuando no se intenta ocultar la inspiración. Pero a lo que iba, las escenas de transición se sienten muy fuera de lugar porque no están generadas con el motor del juego. Básicamente son una especie de MP4 que se disparan en determinadas circunstancias. Es extraño de explicar, pero el modo en que se ven, me transporta años atrás, al comienzo de la era de la PlayStation 2. Lo que me molesta, es que en un juego, donde se ven entornos bonitos, cuidados y coloridos, haya un contraste tan chocante con estas secuencias.

Shadow Warrior 3 es como una montaña rusa poco emocionante. Al principio es agradable de jugar, pero las situaciones rápidamente comienzan a repetirse y la fórmula del juego deja de sorprender. El parkour es bueno y la imagen es bonita, pero sus escenarios demasiado lineales. La trama, bueno, es forzada y el sentido del humor roza el límite de lo absurdo. Siendo sincero, no sabía bien qué esperar de esta entrega pero, definitivamente, era algo más. No es que esté decepcionado con lo que el título me brindó, pero siento como que hubo un paso atrás respecto a su predecesor. Quisiera volver a ver a Lo Wang en una nueva aventura, aunque considero que hay ciertas cuestiones que deben aggiornarse a los tiempos que corren. Esta vez, ese intento de reinvención -por desgracia- no fue suficiente.


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Sobre Franco Borgogna

Periodista apasionado por los videojuegos que sueña en mundos pixel-art sin caídas de frames. Streamer a tiempo parcial, fundador de la comunidad “La Orden del Pixel”, amante de la series, las películas y los comics.


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