Hubo una época en la que los juegos de PC venían en varios disquetes que había que instalar. Para para iniciarlos debíamos navegar por directorios y ejecutar comandos en DOS, a veces con procesos previos que nos permitían saltearnos algunos requerimientos de hardware. Tal vez sea la ingenuidad de los noventa, pero en esa época los videojuegos exclusivos de computadora se diferenciaban de los de consolas gracias a pequeños pero importantes detalles. No era lo mismo jugar Prince of Persia en una 486 que con un joystick de NES. El monitor, aún cuando a veces estaban limitados en sus colores, ostentaban una definición superior. Las placas de sonido dedicadas ayudaban a sumergirnos mejor en la aventura. En pocas palabras, los ordenadores ofrecían experiencias diferentes y únicas, aún en títulos multiplataforma. Moons of Darsalon es un juego que pertenece a esa época dorada.
Sentarse a jugar Moons of Darsalon se siente como entrar por una puerta a los noventas y, si bien la experiencia puede no ser agradable para todos, sin dudas ofrece algo único de verdad. Daniel Manzano (alias Dr. Kucho!) tardó ocho años en desarrollarlo y el tiempo invertido se nota en la atención a los detalles. Las referencias a los grandes clásicos están ahí. A veces en forma de un globo de texto, otras durante una pantalla de carga y muchas veces se muestran en la mismísima jugabilidad. Tan pronto como comencé a rescatar Darsanautas, empezaron a llegarme recuerdos de los primeros Worms y por supuesto Lemmings, pero también de clásicos tan antiguos como Duke Nukem II. Entonces comprendí que la propuesta era mucho más compleja que un simple juego de plataformas y acción. Y las comparaciones con los clásicos son insuficientes e injustas.
La columna vertebral de la propuesta es simple: rescatar la cantidad suficiente de personajes y llegar a la base al final de cada nivel. Lo importante es cómo hacemos para encontrarlos y para que lleguen sanos y salvos a destino. Para lograrlo contamos con diferentes herramientas, desde pistolas láser y un jetpack, pasando por un arma que puede crear nuevo suelo, hasta una simple linterna. Cada una tiene una función importante y queda en nuestras manos (e imaginación) combinarlas para conseguir nuestro objetivo. Los Darsanautas seguirán nuestras órdenes, que impartimos a partir de comandos simples pero efectivos, y suelen cuidarse bastante. Dicho esto, no faltarán accidentes y partidas arruinadas por una mala decisión. Digamos que, si se encuentran en medio de un tiroteo, vamos a terminar con una hermosa colección de lápidas y reiniciando el nivel.
La verdadera magia de Moons of Darsalon se encuentra en los detalles y por suerte vamos a encontrarlos en los primeros niveles. Trabarse en un nivel es tan frecuente como encontrar la solución en algo, tan sencillo y obvio, que nos termina robando una sonrisa. A veces es cuestión de iluminar un sector oscuro para que uno de los simpáticos astronautas nos obedezca. En otras, habrá que darles órdenes de forma individual y precisa, o tal vez dar una vuelta por el escenario reventando las bases alienígenas antes de mover a nuestros rescatados. Resolver estos obstáculos es parte de la aventura y el aprendizaje se va dando orgánica y paulatinamente.
La aventura se desarrolla a lo largo de 30 niveles, pero no es tan simple como sentarse una tarde a terminarla. Los escenarios son cortos y la dificultad viene en varias capas. Una vez que aprendamos cómo rescatar a los Darsanautas pasaremos rápidamente al próximo, pero siempre hay motivos para re-jugarlos. La curva de dificultad se eleva rápidamente luego de los primeros episodios, pero acompaña lo suficiente como para enseñar el abanico de posibilidades que aguarda más adelante. Y en el momento en que creemos que ya vimos todo lo que tiene para ofrecer, Moons of Darsalon presenta una nueva herramienta. Tal vez un vehículo, un secreto o algo que renueva el interés por seguir jugando. Hay desafíos de tiempo, objetivos extra que sirven para conseguir una mejor calificación y hasta un editor de pantallas. Motivos para que permanezca instalado en el HDD, sobran.
En cuanto al apartado artístico, el juego de Dr. Kucho! ostenta un pixel art que escapa de la norma, con animaciones cuidadas y diseños vistosos que mantienen bien la ilusión de ser un juego retro. La banda de sonido y los efectos especiales están a la altura de la propuesta visual, en especial los sonidos de las armas y accesorios. Sin embargo, como les comenté al comienzo, no es un juego que apunte a complacer a las masas.
El caso es que Moons of Darsalon es una experiencia de autor, que captura la esencia de jugar en la PC como se hacía hace 30 años y eso conlleva tomar decisiones de diseño que hoy en día pueden sentirse desfasadas. Seguramente, Daniel Manzano sabía que su juego no le caería bien a cierta parte de la audiencia y, tal vez por eso, a cada paso nos regala pequeños chistes y comentarios alusivos que son una maravilla. Admito que más de una vez, luego de morir reiteradas veces por activar el jetpack sin querer, he renegado de los comentarios ácidos del protagonista. Pero luego de superar las adversidades de turno, con una mirada más fresca, todo se vuelve un ingrediente más que conforma la receta del título.
Moons of Darsalon es un juego distinto, que logra destacar por encima varias propuestas indies que salen todos los días, pero que necesita ser jugado como antes: para pasar el rato, divertirse y desafiarse a uno mismo. Es ideal para jugarlo en sesiones cortas o para turnarse con un amigo en plan «una vez cada uno», como en las viejas épocas, o simplemente para romperse la cabeza tratando de hacer todos los desafíos en el mismo intento. Es difícil y por momentos injusto, pero al final del día se presta para el clásico «un intento más y lo saco» que nunca termina. Y eso vale oro en los tiempos que corren. Estoy seguro que todo aquel que creció jugando en los noventa sabrá valorarlo y creo que también tiene mucho que ofrecer al público más joven. Pero por las dudas les recomiendo que bajen primero la demo de Steam.
Sobre Sebastián Cigarreta
Periodista especializado en gaming, amante de los juegos incomprendidos y eterno enamorado de los clásicos noventosos. Tengo debilidad por todos los MegaMan, siempre Vega main y soy eterno caballero de Boletaria.
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