GHOST OF TSUSHIMA: Director’s Cut – Análisis

GHOST OF TSUSHIMA: Director’s Cut – Análisis

La guerra interna

Ghost of Tsushima llega a PC con un port técnicamente impecable, ofreciendo a un nuevo público el poder disfrutar de un título que destaca, pero le sobra potencial para mucho más


Cuatro años después de su lanzamiento, Ghost of Tsushima, la aclamada propuesta exclusiva de PlayStation 5, finalmente llega a PC en su versión Director’s Cut. Así finalmente podemos disfrutar del aclamado título del equipo de Sucker Punch, permitiendo a todos los usuarios de una de las plataformas de juego más populares, corroborar que la fama que el título obtuvo en su momento, es más que merecida. Al fin y al cabo, estamos ante una epopeya samurái apasionante. Una experiencia hermosa, cargada de tensas peleas a punta de espada, y una historia que gira en torno a la lucha entre hacer lo correcto, o ir en contra de las férreas creencias con tal de cumplir un cometido.

Jin, uno de los pocos samurai sobrevivientes luego de la primera embestida del ejército mongol a su isla natal en Japón, debe tomar nuevamente el control de sus tierras unificando a los habitantes a fin de formar una fuerza de resistencia contra los invasores. Durante la aventura, nuestro protagonista deberá hacerse de poderosos aliados para llevar adelante la campaña de liberación. Todo mientras se debate respecto a los métodos que debe utilizar para ello, cuestionados los principios del bushido con los que se formó como líder y samurái. Dicho de otro modo, se verá obligado a romper estas reglas a fin de enfrentar a un enemigo cuya fuerza es abrumadoramente superior.

Este es el marco en el que se desarrolla Ghost Of Tsushima. La narrativa es el punto sobresaliente del título, tanto por su enfoque como por la impronta cinematográfica que la empapa, que constantemente rinde homenaje al género. La guerra interna que atraviesa Jin, que se debate entre seguir su código o utilizar métodos algo cuestionables, es tan importante como la que tiene que dar contra los invasores mongoles. Este aspecto excede a lo narrativo. Se traduce en la posibilidad de poder optar entre distintas formas de hacer frente a los obstáculos, ya sea siguiendo el camino honorable del samurái o la ruta pragmática del ninja.

El debatirse entre hacer lo correcto o lo que sea necesario para ganar, hace de Jin un personaje muy humano. Es lo que realmente convierte a la trama en algo más que en un relato épico. Podemos vivirla desde un lugar mucho más íntimo, a partir de las reflexiones del protagonista, su cambio, y de la batalla que se desarrolla en su interior. Y es justamente esa idea de intimidad la que impregna al juego en su totalidad. Le ayuda a definir su tono, a darle una personalidad única que le permite destacar por sobre otros exponentes del género. Sin embargo, a menudo también entra en conflicto con mecánicas y convenciones, a las que intenta mantener a raya.

Y es que Ghost of Tsushima está construido sobre cimientos convencionales. Tenemos un mundo abierto, actividades secundarias, misiones principales, el sistema de progresión de turno y otros tantos elementos que podríamos esperar de este tipo de producciones. Casi podría decirse que parece estar hecho con el mismo molde genérico de otras tantas obras dentro del género. Pero es en la presentación y la naturaleza de todas estas actividades la que rompe con estas ataduras para construir algo muy personal que lo hace diferenciarse.

Ghost of Tsushima: Director's Cut Análisis

Hay gran cantidad de actividades que pueden repetirse y misiones secundarias, pero el juego no se impacienta por hacernos saber todo el tiempo lo que tiene para ofrecer. Por el contrario, deja que nosotros lo vayamos descubriendo a medida que exploramos el mundo. El mapa no es simplemente una checklist con una lista de tareas a completar, sino que se siente como una extensión de tierra que descubrir. Esto hace de la exploración algo genuino. Nos invita a estar atentos al entorno, mientras busca sumergirnos a través del fantástico apartado visual que regala vistas y escenarios preciosos. El apartado sonoro también hace su trabajo construyendo toda una dimensionalidad en los bosques, ríos y praderas.

Descubrir lo que el juego tiene para ofrecer, que no deja de ser lo esperable, se vuelve una experiencia gratificante y hasta relajante. Va mucho más allá de movernos de un punto a otro en el mapa persiguiendo marcadores. Parte esencial de esta vuelta de tuerca que Ghost of Tsushima da a una fórmula conocida, es la naturaleza de estas actividades. Son lo suficientemente sencillas como para no sentirse agotadoras y, al mismo, tan particulares que funcionan como herramientas para conocer a Jin, al mundo y sus enemigos. Tienen una funcionalidad en términos jugables, pero también funcionan para desarrollar a nuestro personaje y sus conflictos. Ya sea meditando, componemos haikus o rezando, el juego logra que todo esto se mantenga relevante dentro del contexto del juego.

Ghost of Tsushima: Director's Cut Review

El combate también muestra esta dualidad. Por momentos es único. Refinado, difícil, y de a ratos tan preciso y técnico que logra separarse de cualquier otra cosa antes vista. Destaca particularmente en los encuentros pequeños contra pocos enemigos, o en los duelos contra un solo oponente. Ahí se ve todo lo que puede ofrecer, y lo mucho que se puede construir con pocos elementos y muchas ideas claras. Tal es así que lo que hace Ghost of Tsushima con el combate con espadas, bien podría ser la base de todo un juego aparte. Lamentablemente el título termina reptando desde abajo. La personalidad y creatividad que Sucker Punch imprime en su obra se ve limitada por el molde convencional sobre el cual se construye toda la experiencia.

El título no puede evitar caer en aquellos tropos que terminan diluyendo aquello que se construye por destreza propia. La elegancia del combate se pierde durante los encuentros grandes, con mayor variedad de enemigos. Durante dichas instancias estamos forzados a utilizar herramientas que se alejan del estilo particular que el título plantea. Debido a la cantidad de oponentes, las peleas metódicas y prolijas, se tornan un festival caótico que evidencia desprolijidades. También es gracias a ello que aparecen las frustraciones. Algo parecido sucede con todo el contenido secundario. Es de agradecer, pero también atenta contra el ritmo de la campaña, haciendo que se sienta irregular y dilatándola más de lo necesario.

Esta tensión entre lo particular y lo convencional es la tónica en Ghost of Tsushima, y termina definiendo la experiencia que ofrece. Es el factor desde donde nace su personalidad, y también la causa de sus frustraciones. Como resultado, tenemos una experiencia que, por un lado, se contiene y no se permite desarrollar todo su potencial. Un título retenido por la necesidad de cumplir con las convenciones del medio, que no logra desplegar completamente sus alas para terminar de coronarse como algo único, quedando revoloteando sobre el terreno de lo familiar. Pero por otra parte, también es una obra íntima, con un combate que se presenta como algo único. Un gran exponente dentro del género, pero que al mismo tiempo deja la sensación de que podría elevarse para ser algo más, simplemente con tener más confianza en sus propias virtudes.


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