Frostpunk 2 es todo lo que se puede esperar de una secuela: Solidifica bases sin estancarse, innova sin perder identidad, refuerza las virtudes presentes en la primera parte, pero también expande su propuesta con nuevas mecánicas. Con todo esto, el equipo de 11 bit studios nos trae su particular city builder de supervivencia, de ambientación cruda y tono solemne, donde el peor enemigo es el inclemente tiempo. Un paisaje apocalíptico en el cual tenemos que luchar por la supervivencia de la raza humana encarnada en un grupo de refugiados.
El primer título nos situaba en medio de una situación cataclísmica, donde un invierno perpetuo trajo consigo el apocalipsis. Frostpunk 2 mantiene todo eso, pero nos lleva 30 años más adelante en el tiempo. Ahora, nos encontramos al mando de Nueva Londres. El antiguo gobernante de la ciudad que gobernaba la ciudad con puño de hierro ha muerto, y nos toca a nosotros seguir adelante. La gran diferencia aquí es que ya asentados en una gigantesca urbe y habiendo superado los peligros que implican un cambio climático mortal, el juego nos plantea una nueva pregunta: ¿Y ahora qué?
Esta es una pregunta importante, pues marca el enfoque del juego, y sobre el cual construye gran parte de los elementos que nos propone. En Frostpunk primaba la inmediatez, la necesidad de tomar decisiones rápidas y duras para poder esquivar la inminente extinción. Sin embargo, ahora que la amenaza inicial ya pasó, aún cuando el peligro es latente, nos presenta la necesidad de pensar en un futuro. De decidir cuál será el destino de la ciudad. Esta es la filosofía que atraviesa al título en todos sus aspectos, desde la gestión política hasta el diseño urbano. Estamos frente a una secuela más grande y compleja, que nos obliga a estar pendiente de muchísimos factores que actúan de forma conjunta.
Uno de los grandes cambios de Frostpunk 2, es que el sistema político deja de lado el modelo binario de dos elecciones, donde debíamos elegir el mal menor. Ahora tenemos facciones variadas, arraigadas a diversas ideologías, cuyos representantes asisten al Salón del Consejo para votar la aprobación de nuevas leyes. No siempre van a estar alineados con nuestros intereses, por lo que podemos convencerlos para que las apoyen o no, realizando tratos y alianzas. Todas nuestras decisiones tienen repercusiones directas en nuestra relación con los representantes de los distintos sectores y los ciudadanos.
Algunos tratados pueden traer beneficios, pero provocar la ira de partidos con ideas más radicales. Eventualmente, pueden aparecer nuevas facciones que plantean necesidades diferentes, eliminando a otras a raíz de perder el apoyo popular. Todo el sistema político que ofrece Frostpunk 2 es mucho más complejo y nos da las herramientas no solo para gestionar nuestra ciudad, si no también para construir todo un sistema de leyes en base a distintas ideologías y doctrinas.
De esa forma ya no estamos limitados unas pocas opciones como ‘religión u orden’, sino que podemos debatir entre enfocarnos en el progreso o la adaptación, la innovación o la tradición, el mérito o la equidad. Un conjunto de decisiones que repercuten tanto en el plano material de la ciudad como en el ideológico. Pero lo más importante, es que todo esto ya no se reduce a la elección de ‘lo menos terrible’. Por el contrario, se nos plantea la posibilidad de construir un modelo de futuro para la civilización. Hay un enfoque hasta esperanzador, si se quiere, en el cual utilizamos la política como algo más que un sistema de contención. Antes luchábamos por la supervivencia, ahora luchamos por un futuro.
Otro aspecto que expande la propuesta de esta secuela, yendo en la misma línea, se encuentra en el diseño de nuestra ciudad. Como sucede con la política, Frostpunk 2 nos invita a pensar en base a la idea de construir hacia un futuro. Ya no nos concentramos en la microgestión de nuestro asentamiento; ahora debemos planificar en grande y a largo plazo. Construir residencias, hospitales o pequeñas fábricas es reemplazado por la construcción de enormes distritos que pueden mejorar sus funciones en base a la investigación de nuevas tecnologías. Algo similar sucede con la exploración, donde además de enviar pioneros para descubrir nuevas tierras y recursos, nos permite expandirnos erigiendo asentamientos y colonias más pequeñas que también debemos gestionar.
Comerciar entre ciudades para cubrir las necesidades básicas y aprovechar al máximo los recursos diseminados por el escarchado páramo es imprescindible. Los recursos fluyen de manera mucho más dinámica, con algunos agotándose y otros nuevos apareciendo por ahí, haciendo que sea obligatorio el estar adaptándonos constantemente. Sin duda esto hace que perdamos cierto nivel de intimidad con nuestra ciudad y sus habitantes, pero al mismo tiempo hace que todo se sienta como un ente vivo, en constante cambio. Jugamos a una escala mucho mayor, y con elementos que van más allá de los factores externos como las tormentas, si no también por las necesidades propias del crecimiento y el progreso.
Frostpunk 2 tiene algo nuevo para decir, cosa que no podría hacer de quedarse estancado en la fórmula de su predecesor. Este es el motivo por el cual hace tantos cambios que funcionan a la perfección en la búsqueda de acompañar esta idea de construcción de un futuro que atraviesa toda su campaña. Muchos de estos cambios puede que no sean del agrado de todos, especialmente de aquellos enamorados de la primera parte. El juego se siente menos íntimo y, hasta cierto punto, incluso más fácil. Pero paralelamente también es más complejo, dinámico, y propone muchas cosas nuevas que le sientan muy bien. Es una secuela fantástica que mira hacia adelante sin repetirse y, tal como plantea su propuesta, 11 bit studios busca seguir construyendo, pero pensando en el futuro.
Sobre Mariano Daneri
Me gustan las milanesas con fideos.
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