A prácticamente diez años del lanzamiento de Chivalry: Medieval Warfare, Torn Banner Studios -estudio responsable del título- vuelve a la carga con su segunda entrega que, no sólo iguala, sino que supera en todos los aspectos a su antecesor. Chivalry II es un videojuego extremadamente divertido, sangriento y cargado de acción que nos pone en una gran variedad de situaciones, ofreciendo batallas multitudinarias entre 60 jugadores. Pero ¿Es este un motivo suficiente como para destacar hoy día teniendo en cuenta lo superpoblado que está el género de los shooters en primera persona?
Vamos a comenzar por lo fácil. Al igual que su predecesor, Chivalry II es un videojuego orientado al multijugador, donde dos equipos se enfrentan en batallas a muerte con el fin de cumplir con un objetivo específico. Si bien es técnicamente un juego de acción en primera persona, esto no quiere decir que sea exactamente un shooter. Aquí, el combate está centrado en las refriegas cuerpo a cuerpo y blandir cualquiera de las armas que el juego ofrece, es extremadamente satisfactorio. Y es justamente este aspecto donde el desarrollo de Torn Banner Studios hace un excelente trabajo, no solo para diferenciarse de su antecesor, sino también de exponentes similares, como por ejemplo Mordhau, juego con el que comparte varias características.
El pilar fundamental sobre el que se cimienta el título, aquello que hace que sea tan divertido y único, es el combate. Si bien pretende ser realista, no es eso lo que lo vuelve especial, sino el hecho de que los responsables del juego lograron que la fórmula sea extremadamente agradable, pero sin descuidar las complejidades inherentes. Siendo más concreto y específico, esto se puede resumir en dos palabras: “arrojar armas”. En Chivalry II, no solo se puede blandir un mandoble de aquí para allá, sino que de hecho es posible arrojárselo a cualquier jugador que esté a alcance. Da igual si es una espada, un hacha, un garrote o un escudo, todo servirá para -como quien dice- “rematar la faena”. Pero no solo eso, porque también se puede tomar casi cualquier objeto del escenario, como por ejemplo piedras, lanzas o incluso un pollo prendido fuego, y convertirlo en un arma arrojadiza, dando lugar a situaciones muy graciosas a la par que desconcertantes. En especial para el jugador que ve obstruida su visión por un manojo de plumas que estallan en su cara.
En cuanto al sistema de combate en sí, consiste en tres ataques principales (vertical, horizontal, y estocada) que pueden variar de intensidad, dependiendo de cuánto tiempo mantengamos presionado el botón de ataque. A esto también se le suma un golpe especial y mecánicas como poder realizar un asalto cargado durante un sprint. Además, también hay movimientos como un dash para esquivar ataques, otro para realizar parrys, e incluso la posibilidad de lanzar una poderosa patada que desestabilice o rompa la guardia del jugador rival. Finalmente, está la barra de resistencia o aguante, que irá disminuyendo con cada ataque que demos o recibamos, por lo que siempre habrá que darle un vistazo si es que no queremos quedarnos agotados, sin posibilidad de contraatacar.
Durante las partidas que tuve el placer de disfrutar, cuando descubrí que podía arrojar lo que tuviera en las manos, fue un antes y un después. En más de una ocasión me encontré arrojando mi espada hacia un grupo de enemigos con la esperanza de que esta se clavara en el torso de alguien. La mayoría de las veces, esta estrategia no rindió frutos, quedando desarmado y viéndome en la obligación de tener que buscar por el piso cualquier cosa que sirviera para defenderme. Sin embargo, cuando funcionó y en el feed que muestra quién mató a quién y de qué modo, ver que mi “espada voladora” había puesto fin a la vida de un incauto, hizo que las risas brotaran de un modo incontrolable.
De hecho, Chivalry II está lleno de este tipo de situaciones extravagantes que funcionan muy bien con el sentido de humor presente en el título. Hay una gran cantidad de detalles que refuerzan esto, como por ejemplo que exista una tecla especialmente destinada para que nuestro personaje grite -de forma absurdamente heroica- mientras realiza una carga. Además, hay un montón de expresiones para provocar a los rivales, lo cual funciona maravillosamente bien cuando se está en lo alto de una muralla de un castillo. No obstante, uno de los detalles que -en lo personal- más me gustó fue que dependiendo de donde golpeemos a un rival, podemos cercenar uno de sus miembros, llámese una pierna, un brazo o ambos, y aún así este podrá seguir peleando hasta el final. Llámenme loco, pero vi en esto una clara referencia al famoso sketch del Black Knight de Monty Python.
Es que justamente, lo mejor de este videojuego es que se lo puede disfrutarlo sin tener que preocuparse demasiado por sus complejidades, porque es muy fácil divertirse. Además, la atmósfera y el diseño sonoro hace que nos metamos de lleno en la acción, puesto que contribuyen enormemente a la inmersión. Es increíble lo bien que se sienten los golpes de las armas cuando chocan contra un escudo, o cuando una flecha pasa extremadamente cerca de nuestra cabeza. Gracias a detalles como estos, a las batallas masivas contra muchos jugadores y al caos que se genera en estas, son los motivos por los que Chivalry II brinda una maravillosa sensación de estar participando en una verdadera guerra medieval.
Sin embargo, si eres un jugador que no está ahí para reír y pretende disfrutar del noble arte del combate, también es posible. Eso sí, para inclinar la balanza a favor, se debe aprender a dominar todas las mecánicas que el sistema ofrece, como así también hacer una buena lectura de los movimientos del rival. Algo que cabe destacar es que la cámara funciona de algún modo como si fuera la cintura de nuestro avatar. Es decir, si al momento de lanzar un ataque horizontal se gira la cámara, el swing del golpe ganará alcance pudiendo golpear a varios enemigos a la vez. Debo confesar que esta técnica es un poco compleja de dominar y por lo general se terminan lanzando golpes a diestra y siniestra rezando porque uno de ellos haga volar la cabeza del enemigo por los aires. Ahora, aquel jugador que domine todas estas sutilezas y se tome la molestia de practicar lo suficiente, puede convertirse en un formidable espadachín que, sin mucho problema, puede despachar a dos o tres rivales en un abrir y cerrar de ojos.
Tampoco hay que olvidar otro punto muy importante: El diseño de niveles particularmente cuidado que presenta el título. Estos alternan entre pequeños pasillos y espacios abiertos, lo que fomenta -de un modo u otro- a los enfrentamientos cara a cara. No solo hay una gran variedad de escenarios, que incluyen asaltos a aldeas, asedios a castillos o arenas multitudinarias, sino que los objetivos cambian dependiendo de la situación, sea que ataquemos o defendamos. En lo particular, encontré los asedios a los castillos especialmente divertidos y alucinantes, en especial cuando tocaba atacar, con mi equipo intentando controlar una zona para levantar un campamento, para posteriormente montar diferentes máquinas de asedio y comenzar una inexorable marcha hacia las murallas de un castillo e intentar conquistarlo. Y un detalle que me gustó mucho, es que después de varias horas de juego, seguí encontrando nuevos detalles, absurdos objetos que arrojar y hasta trampas para dificultar el avance de los jugadores rivales.
Finalmente, solo queda mencionar que Chivalry II tiene un sistema de progresión dividido en dos apartados. Por un lado, el nivel de nuestro perfil, que hará que podamos desbloquear artículos cosméticos con los que personalizar a nuestro avatar con diferentes piezas de armadura y rasgos faciales, aunque esto último es algo meramente anecdótico puesto que ni nosotros ni los rivales podrán vernos la cara. También existe un sistema de progresión basado en la clase. Se puede escoger entre cuatro clases diferentes (arquero, vanguardia, soldado de infantería y caballero) cada una con sus habilidades propias, las que a su vez cuentan con subclases y equipamiento específico. Un interesante agregado, sin lugar a dudas, aunque se hubiera agradecido un menú de personalización un poco más amigable de cara al usuario.
Sinceramente encuentro pocos reclamos que hacer a Chivalry II, puesto que se nota una gran mejora respecto de la primera parte. Ahora el impacto de los golpes es mucho más legible, el manejo del arco es más agradable, y las cuatro clases que escoger están bastante bien equilibradas. Si hay algo que quizá pudo haber estado mejor, eso sería el contenido y los modos de juego. Si bien hay una buena variedad de situaciones y objetivos, a la corta o a la larga nos encontraremos repitiendo los mismos niveles. ¿Cansa? Un poco, debido a que solo hay tres modos de juego (uno para 64 jugadores, otro para 40 y una arena estilo “todos contra todos”). ¿Se vuelve por ello menos divertido? Claro que no. Además, el estudio ha cumplido su palabra y ha añadido al juego gran cantidad de contenido con el objetivo de mantenerlo siempre fresco.
En definitiva, con Chivalry II, Torn Banner Studios logra de manera brillante expandir y modernizar la fórmula de su primer trabajo, haciéndola aún más agradable, mejorando la jugabilidad y dotándola de profundidad pero sin sacrificar la accesibilidad. Gracias a esto, es igual de factible lanzarse en carrera contra una multitud de jugadores rivales, arrojando cualquier cosa que tengamos a mano, o mostrando una técnica digna del más ducho guerrero durante un justo duelo. Además, sus niveles, las situaciones y los objetivos propuestos, brindan un excelente nivel de inmersión transmitiendo la sensación de participar en una verdadera lucha medieval. Todo esto se ve perfectamente complementado con un genial diseño sonoro y una puesta en escena muy acertada. Solo puedo añadir que si buscan un multijugador diferente, ni lo duden. Porque cuando maten a un enemigo con un pollo en llamas o un piedrazo tirado al voleo, entenderán de lo que hablo.
Sobre Franco Borgogna
Periodista apasionado por los videojuegos que sueña en mundos pixel-art sin caídas de frames. Streamer a tiempo parcial, fundador de la comunidad “La Orden del Pixel”, amante de la series, las películas y los comics.
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