El delito de los que nos engañan no está en el engaño, sino en que ya no nos dejan soñar que no nos engañarán nunca, es lo que dijo un día el dramaturgo español Víctor Ruiz Iriarte. En el amor, como en el juego, el engaño parece ser algo de lo que nadie se libra, por muy duro que esto pueda sonar. Pero es justamente todo esto en lo que se cimienta Card Shark: Engaños, desamores y también mucho misterio. El nuevo trabajo de Nerial hace a un lado la fórmula que venía replicando en cada nueva entrega de Reigns para probar algo completamente nuevo. Además, apostando por un apartado técnico de escándalo, que rebosa de calidad y personalidad. Con vuestro permiso, presagiando mi veredicto final, déjenme decirles que el resultado es maravilloso.
En Card Shark la creatividad aplicada al videojuego toma cuerpo en una obra que demuestra lo bien definida que está la línea que separa una buena producción de una brillante. De todos modos, las ventas y los premios que obtenga la propuesta son las que nos contarán cómo acabará su historia. Pero mientras esperamos a que esto suceda, procederé a contar como fue mi experiencia con este juego. Estimo que tras leer estas lineas comprenderán por qué recomiendo enfáticamente que le den una oportunidad.
A simple vista, puede que parezca que estamos ante un juego de cartas. De partidas de poker, siendo más específico. Pero he aquí el primer engaño, porque no es ni una cosa, ni la otra. Este no es el típico juego de cartas en plan “mi criatura tiene 6 de ataque y mata a la del enemigo que tiene 5 de vida”. Card Shark ni siquiera es un juego de cartas, sino una aventura narrativa para un solo jugador centrada en el arte del engaño. Es una propuesta que demanda destreza, observación y memoria, para resolver cada situación a fin de hacernos con el vil metal y descubrir el misterio que su trama esconde. Y tranquilo, que no hace falta saber jugar al poker para disfrutar las aproximadamente 12 horas que puede tomar terminarlo.
La historia nos sitúa en el siglo XVIII, en una Francia previa a la Revolución Francesa. Nuestro protagonista, un joven mudo que recuerda a Guybrush Threepwood, se gana el pan haciendo labores de mozo, atendiendo las mesas de una vieja posada. Su vida no es precisamente la de un triunfador, sin embargo, los acontecimientos por venir lo llevarán a transitar por un camino de autodescubrimiento. Este viaje comienza cuando conocemos al Conde de Saint Germain, un refinado caballero que nos hace una oferta muy difícil de rechazar. El conde quiere que le ayudemos a ganar una partida de cartas a cambio de unas cuantas monedas de oro. Un trabajo simple y una forma de obtener dinero fácil ¿Que podría salir mal?
Esta primera partida, sirve para que nos hagamos una idea de por dónde van las cosas. Lo que nos enseña el conde es a espiar las cartas del oponente y ayudarle a ganar haciéndole saber cuales son los naipes más fuertes mediante un mensaje codificado. Simple. Sin embargo, a medida que la historia avanza y los rivales comienzan a ser más perspicaces. Debido a esto, Sain Germain deberá complejizar sus técnicas de engaño a fin de evitar que sus rivales están siendo engañados. Lo interesante, es que cada truco es introducido mediante el apartado narrativo. Es decir, realizar un timo no es algo que se hace porque sí. Hay todo un sentido detrás de ello y, en especial, de la “triquiñuela” que vamos a emplear.
Dominar los trucos de este “oficio” requerirá de entrenamiento para ponerlos en práctica de forma exitosa. Al fin y al cabo, se tratan de minijuegos o Quick Time Events que deben ser precisos en su ejecución a fin de evitar que los rivales pierdan los estribos entre mano y mano. De hecho, hay una barra de “sospecha” que se irá llenando de a poco a medida que las apuestas suben. Y resta decir que si la barra llega a su límite, nada bueno sucederá. Son todos estos pequeños detalles en los que el juego hace méritos, evitando que la experiencia se estanque. Este resultado se consigue añadiendo variantes a cada minijuego (Dando un total de 28 trucos) o haciendo que suceda un evento inesperado durante una partida lo cual nos fuerza a improvisar para evitar ser arrestados o algo peor.
Lo bueno es que la muerte no es el final de la partida. Nuestro protagonista tiene un rasgo particular que se presenta en forma de convulsiones. Esto es algo que se menciona al comienzo de la partida, pero muy por arriba y no se explica qué es lo que pasa ¿Acaso el personaje está enfermo?, fue lo que pensé. Sin embargo, durante una mano de poker que salió mal, un iracundo jugador decidió que la mejor forma de lidiar con un tramposo era ejecutarlo a punta de pistola.
Cuando pensaba que esto era solo una variante de la típica pantalla de “Game Over”, me encontré en una especie de limbo intentando engañar a la muerte con uno de los trucos aprendidos. Siempre se puede elegir pagar el precio por nuestra vida, pero poder esquivar a la parca con un engaño es genial. En fin, que cuando volvemos a la vida, el “héroe del cuento” recupera su conciencia luego de haber estado convulsionando por unos instantes. Parece una tontería, pero el hecho de que esta mecánica se sustente en la narrativa, me parece maravilloso.
Ahora ¿Cuál es el objeto de hacer trampas y engaños? ¿Es acaso la mera sensación de aprovecharse del prójimo para enriquecernos? Digamos que sí y no. Hay una ambigüedad en esta respuesta, puesto que si bien el oro será vital para poder avanzar, el objetivo de el Conde de Saint Germain es destapar una conjura. Detrás del lujo y la opulencia de una Francia decadente, hay un misterio que nos corresponde a nosotros revelar. Este misterio, que la alta nobleza se empeña en mantener oculto, puede poner en juego la corona y es el motor que impulsa a perfeccionar los diferentes trucos. En la mesa, además de monedas de oro, también se ponen en juego secretos que, de ser revelados, pueden llevar a la horca a quienes hayan “hablado de más”.
Algo que me gustó mucho en Card Shark es que, si bien los pasos para hacer los trucos son bastante claros, siempre hay un margen de error. En mi caso, al momento de practicar cada movimiento, todo parecía ir sobre rieles. Sin embargo, la práctica presenta un escenario controlado y da solo un ejemplo de lo que hay que hacer. A la hora de la verdad, todo cambia, en principio porque los jugadores están en posiciones diferentes y hay que hacer cálculos a toda velocidad para replicar los trucos, pero tomando en cuenta estas variantes. Por otra parte, los nervios propios de realizar un engaño, pueden jugar una mala pasada. No miento si les digo que las manos me sudaban y era luego de que cada “engañifa” resultaba exitosa cuando finalmente podía respirar con normalidad.
Y es que como mencionara, cada QTE o minijuego de Card Shark demanda destreza, memoria e intuición. Con un ojo vigilar que el vaso en el que servimos el vino, se llene correctamente. Con el otro, aprovechar a mirar la mano de la víctima para conocer sus cartas. Pero esto no es todo, porque también hay que memorizar trucos de cartas, saber cómo amañar lanzamientos de monedas, realizar señales con un abanico o incluso batirnos a duelo a punta de espada. Todo ello intentando gestionar la barra de sospecha, perdiendo incluso en determinadas circunstancias para evitar que se descubra el engaño.
Respecto a esto, es importante subrayar que pese a lo mencionado, estamos ante un videojuego muy accesible. Nerial tuvo el acierto de añadir tres niveles de dificultad que hacen que se pueda descubrir la historia sin temor a quedarse atascados. Además, se pueden activar las sugerencias en caso que haga falta recordar alguno de los pasos de un truco complejo. Todo esto, claro, sin mencionar que cada uno como jugador puede encontrar un método para hacer nuestra vida más simple. En mi caso, tomar nota en papel, o repetir en voz alta el palo y el número de cartas, fue muy útil para cuando llegó el momento de realizar la «magia».
Si hay algunas cuestiones que criticar a la propuesta es que justamente la jugabilidad no es su “as en la manga”. Al comenzar se sugiere que el título se juega mejor con un joystick. Sin embargo, encontré este sistema algo incómodo. Afortunadamente se puede jugar con el mouse, y si bien me resultó más cómodo, hubo momentos en que no respondió como esperaba. Debo ser honesto y decir que estas instancias fueron contadas con los dedos de las manos, pero resultaron molestas porque condujeron a “muertes” indeseadas. No estoy completamente seguro, pero creo que el mejor modo de disfrutar Card Shark es con un tipo de control táctil. Pero insisto, es algo de lo cual no tengo certeza, ya que en mi caso solo jugué la versión de PC.
Para terminar, solo decir que cuando hablo de Card Shark, estoy hablando de un proyecto independiente con altos valores de producción. La propuesta de Nerial hace gala de elegancia y originalidad, siendo estos tan solo dos de sus rasgos característicos. En términos de jugabilidad, es vivir un descubrimiento continuo gracias a la variedad que presentan sus mecánicas. Su trama y los sorpresivos giros de tuerca son el motor que impulsan a seguir adelante descubriendo todos los secretos que esconde su historia. Todo esto acompaña y empuja al jugador hacia el centro de un círculo vicioso del que es difícil salir por la satisfacción que se siente con cada truco realizado exitosamente. Un título excéntrico y particular. Una pequeña gran obra de arte que el mundo de los videojuegos me ha dado la oportunidad de degustar. Parafraseando a mi persona, solo resta decir que es un título cuyo resultado es maravilloso.
Sobre Franco Borgogna
Periodista apasionado por los videojuegos que sueña en mundos pixel-art sin caídas de frames. Streamer a tiempo parcial, fundador de la comunidad “La Orden del Pixel”, amante de la series, las películas y los comics.
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